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El popular tío Pepe regresa a la Puerta del Sol
J. L. Gamallo. Sin duda la Puerta del Sol es el lugar más conocido y emblemático de Madrid, la plaza popular por antonomasia, uno de los sitios por antonomasia para quedar los fines de semana. Es nuna plaza ónfalos, donde es posible ver a todo tipo de gentes y transeuntes, incluidos diversos espectáculos de grupos musicales variopintos, magos, malabaristas, propagandistas, etc. Un extraordinario florilegio de elementos llamativos y heterogéneos. Nadie quedará defraudado. Es muy extraño que cualquier turista que venga a nuestra ciudad no haga la visita obligada y recorrido preceptivo por los iconos más significativos de la plaza, pues en Sol están algunos de los elementos más famosos y más buscados por las cámaras fotográficas para inmortalizar la visita. La estatua del oso y el madroño, la estatua de la Mariblanca, la gran estatua ecuestre del rey Carlos III, el Km 0 de las carreteras de España, a los pies de la Real Casa de Correos. Pero desde hace unos tres años faltaba uno de los iconos que más carácter daba a la plaza: el luminoso del famoso fino tío Pepe, que por su carácter cultural y artístico, tan unido a la vida de la Puerta del Sol desde hacía 80 años, le había librado de su desaparición, como le ocurrió a los restantes que había en lo alto de las fachadas de los edificios. Las obras de remodelación del antiguo hotel París, entre las calles de Alcalá y carrera de San Jerónio,donde estaba ubicado parecía que iban a conseguir su desmontaje y acaso, su desaparición. Los nuevos propietarios del inmueble no deseaban un icono que le pudiera hacer sombra a la marca del nuevo establecimiento comercial que se iba a instalar, la megatienda de los ordenadores Apple. Afortunadamente, el Ayuntamiento tomó cartas en el asunto, y secundado por un amplio apoyo popular, el simpático anuncio fue desmontado y restaurado, y presto para volver a la Puerta del Sol, aunque en otro lugar, claro. Así, el 22 de abril fue instalado en el número 11 de la plaza, entre las calles Montera y Carmen, frente a la Real Casa de Correos. Se puede decir que la Puerta del Sol casi ha recobrado la estampa que está en la retina de todos los madrileños. El tío Pepe, ahora enfrentado al reloj de la campanadas de fin de año, vuelve a convertirse en el simpático observador impertubable del día a día de madrileños y turistas que transitan a todas horas por la plaza-símbolo de Madrid.
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