Hostal HorizonteBlog / Madrid Río. Un jardín madrileño para el siglo XXI
Madrid Río. Un jardín madrileño para el siglo XXI
J. L. Gamallo. Sin temor a equivocarse, Madrid es una de las capitales europeas con mayor números de jardines, parques y espacios verdes de varida singularidad. Pero claro, no siempre fue así. Durante el medievo la situación estaba para pocos jardines. Ya existían los bosques de El Pardo, aunque eran un lugar agreste, pero era un coto real, una de las causas de visitas de los Reyes a Madrid, donde moriría Enrique IV a finales del siglo XV. Felipe II compró unas fincas a la familia de los Vargas, al otro lado del río Manzanares, en lo que sería el germen de la futura Casa de Campo. No sería hasta el siglo XVII cuando se creó el primer jardín, como complemento al Real Sitio del Buen Retiro, construido por el todo poderoso Don Gaspar de Guzmán, para el solaz y divertimento de su señor, Felipe IV. Los jardines del Buen Retiro pueden ser considerados como el primer parque al que tuvieron acceso los madrileños para su disfrute a partir del año 1868. A partir de se momento la existencia de espacios verdes de recreo para los ciudadanos se convirtió en una necesidad vital, y desde fines del siglo XIX, especialmente durante el siglo XX, se crearon numerosos parques parque del Oeste, Fuente del Berro, Juana de Austria, Pradolongo, Aluche, Lineal del Manzanares etc. Pero sin duda, una de las creaciones más espectaculares ha sido la recuperación de las orillas del Manzares, hasta hace pocos años ocupadas por la M-30, que bajo el nombre de Madrid Río ha supuesto la realización de un proyecto "faraónico" y sin equivalente en el pasajismo contemporáneo. El origen está en la idea que tuvo el alcalde de la villa Ruiz Gallardaón, de soterrar la vía de circunvalación de Madrid, la popular M-30, en el tramo en el que corría paralela al río Manzanares, y en los espacios ganados al asfalto y los coches, crear un gigantesco jardín, que iría desde San Antonio de la Florida, la única zona del río con orillas ajardinadas hasta el reciente Parque del Manzanares, en el barrio de San Fermín. Sólo 8 km de jardines.
La obra era de una envergadura colosal., ciertamente. Entre 2006 y 2008 se construyeron los túneles por donde discurriría a partir de ahorael intenso tráfico dirario de la M-30. Un bosque gruas se adueñó de las riberas del Manzanares, causando el pasmo y la admiración de expertos, venidos de todo el mundo, y de los madrileños, que se quejaban de las molestias de unas obras que parecía no iban a acabar ni concluir con éxito. En un tiempo insólito, de sólo 22 meses, los coches entraron en los túneles, y empezaban las obras en la superficie para acondicionar aquellos espacios llenos aún de maquinaria, restos de las obras, escombros, etc. Durante otros dos años de trabajos los madrileños han asistido sorprendido al cambio radical de aquel feo entorno fluvial.
La mutación ha sido radical e impresionante. Un surco de verdor atraviesa el, otrora, minusvalorado sur de Madrid, enlazando el parque del Oeste, la Casa de Campo, el parque de la Arganzuela, y el parque del Manzanares.Si partir de los años 60 del siglo XX, los madrileños no habían podido disfrutar de su río, a partir de ahora se iban a resarcir con creces, y si ciertamente no tendría la fisonomía que se ven en los cuadros que pintase Goya, tendría otros elementos para diversas actividades lúdicas de los tiempos modernos, como ciclismo, patinaje, monopatín, instalaciones deportivas para el fútbol, tenis, etc., o el simple paseo tranquilo, contemplado el magnífico espacio recién creado. Aunque las cifras son aburridas, algunas pueden ejemplificar la magnitud del nuevo espacio para el disfrute de madrileños y visitanes: la superficie es superior a los 950000 m2, con 10 km de paseos arbolados, unos 33 pasos y puentes, 13 fuentes monumentales, 3 playas urbanas, etc.. La repoblación forestal ha sido gigantesca, se han plantado más de 470000 arbustos y plantas aromáticas (lavandas, tomillos, etc.), aptas para soportar la canícula matritenses, y más de 30000 árboles (sobre todo pinos, plátanos de sombra, castaños de Indias y gingkos bilobas). Unas magnitudes de vértigo que evidencian el gigantismo del proyecto. Recorrerse todo el jardín de una tacada puede parecer excesivo, pero sin prisas la el paseo es sumamente agradable y placentero. Lógicamente es mejor hacerlo en un día de diario, pues los domingos y festivos, los madrileños ávidos de novedades, se ha convertido en uno de los focos del ocio capitalinos.
Lo mejor es empezar por la parte norte, por la zona de la glorieta de San Vicente, donde un mirador permite una bella vista de la zona de ermita de la Virgen del Puerto, el puente del Rey y la Huerta de la Partida o Huerta de los Vargas. De todas formas, si se quiere se puede empezar un poco más arriba en la zona de San Antonio de la Florida, una zona muy unida a la vida de Goya, y admirar los portentosos frescos con ornó la cupula de la ermita. Conviene no perderse el puente modernista de la reina Victoria, con una ornamentación con el oso heráldico de Madrid.
Siguiendo por una de sus orillas, se tiene una hermosa vista de la curva del Manzanares, enfilando hacia el puente del Rey, que antaño encauzaba el intento tráfico de la Avenida de Portugal, ahora ameno y tranqulisimo, permite el acceso a la parte primigenia de la Casa de Campo, la Huerta de la Partida, propiedad de la familia de los Vargas, de quien fue siervo el patrono de Madrid, San Isidro. Esta finca, por su proximidad al Real Alcázar, fue comprada por Felipe II, y, por tanto, el origen de este extenso dominio real, que fue abierto a los madrileños en 1931.
Recibe al visitante una hermosa fuente y unos edificios municipales, restos de las construcciones reales. Junto a los grandes árboles que ya existían se ha creado un recoleto jardín con granados, manzanos y espectaculares olivos. Si se sigue por un camino que se abre en el olivar se llega a un nuevo mirador, desde donde hay una vista absolutamente espectacular de Madrid, con la catedral de la Almudena, el Palacio Real, la Puerta de San Vicente, la estación del norte, y los rascacielos de la plaza de España. Si se hace al atardecer el efecto es aún más maravilloso, reluciendo espléndidamente el Palacio y sus ventanas. De regreso hay que cruzar el puente del Rey y admirar la ermita de la virgen del Puerto, (1716-1718) encargada por el marqués de Vadillo, regidor de la villa, al gran arquitecto madrileño Pedro de Ribera. La restauración de la zona, ahora con singulares parterres, permite la contemplación sosegada de esta obra maestra del barroco madrileño. Ahora nos espera el que fuera el puente más anrtiguo de Madrid, el de Segovia (siglo XVI), aunque el aspecto es moderno.
Está flanquedo por senda fuentes monumentales y estanques de nenúfares, por las que conviene darse un descanso. Pasado el puente de Segovia, se llega al singular puente Oblícuo, resto del trazado de la antigua M-30. Siguiendo por esta orilla, después de dejar la popular sala de fiesta la Riviera, se llega a uno de los nuevos puentes, el puente de hierro, en forma de X, que recuerda a los primitivos puentes para los ferrocarriles. Hay que cruzarlo y seguir por la orilla derecha, por el llamado Salón de Pinos, enfrente queda el estadio del Calderón, que está prevista su demolición, y su espacio será integrado en Madrid-Rio, donde se hará un gigantesco estanque.
Desde aquí se llega a la glorieta de marqués de Vadillo, regidor capitalino que ya vio la importancia de esta zona, a cuyo interés se debe la construcción del puente más hermoso de Madrid, el de Toledo, dtambién obra de Ribera, e bella factura vitrubiana con aportes barrocos, con los templetes en honor de San Isidro y Santa María de la Cabeza.
El cambio de toda la zona ha sido completo, flanqueado por jardines geométricos y zonas de arbolado. Desde el puente de Toledo ya se puede contemplar la obra estrella del conjunto y que simboliza a Madrid-Río: la gigantesta pasaralela acerada de Dominique Perrault, especie de anelido arquimédico con espirales y mallas en un recorrido vertiginoso, donde oquedades triangualres permiten espléndidas vistas de entorno, especialmente de las playas urbanas ovaladas, con chorros y surtidores de agua vaporizada para refrescarse en el verano.
En esta zona se levantaba el parque de la Arganzuela, por lo que es donde se conservan los árboles más espléndidos. Se conserva el monumento decimonónico levantado en honor de Isabel II, flanqueado en su base por esfingues, junto a una espectacular fuente cibernética.
Siguiendo por este lado, se pasa por debajo del puente de Praga, aunque desde el mismo se tiene una magnífica vista del conjunto, y se llega los puentes cáscara, obra de Daniel Canogar, con una curiosa decoración musiva en el interior, con imágenes de los vecinos del barrio. Ambos puentes conectan el barrio de Usera con el conjunto del antiguo Matadero de Legazpi, reconvertido en centro cultural y sala de exposiciones, y el Palacio de Cristal de la Arganzuela, un invernadero que era prácticamente desconocido.
Si aún se tienen fuerzas se puede avanzar hacia el parque del Manzanares, conectado con Madrid-Río por medio de una vertiginosa pasarela que salva el nudo sur de la M-30, en lo que es ya el final de este suntuoso conjunto paisajísitco.
Dos elevaciones (una coronada por una gigantesca cabeza de la medusa Gorgona), en su origen, escombreras, permiten vistas panorámicas de todo el sur de Madrid. La que está mas al sur permite dominar el conjunto deportivo de la Caja Mágica, donde se celebra el Trofeo Tenístico de Madrid.
- blog de Kamalus
- Inicie sesión para enviar comentarios