En la muerte de Adolfo Suárez

J. L. Gamallo. De nuevo el Palacio de las Cortes y las calles de los alrededores han sido tomadas por la policia y los medios de comunición, pero no para dar cuenta de noticias graves o alarmantes, si no para dar la debida cuenta de las muestras de afectos y respeto que están recibiendo los restos mortales de don Adolfo Suárez, duque de Suáres, presidente del Gobierno, caballero del Tosión de Oro y Gran Collar de la Orden de Carlos III en la capilla ardiente instalada en el Salón de los Pasos Perdidos del Congreso de los Diputados. Del Rey abajo, incluyendo el gobierno y las más altas autoridades, así como miles de madrileños, se han acercado  para hacer patente el homenaje que tan alta y trascendete figura histórica merece. Han sido un par de días llenos de emoción, donde de nuevo se han recordado aquellos momentos más remarcables de la Transición, desde el momento que Adolfo Suárez fue incluido en la terna propuesta al Rey por Torcuanto Fernández Miranda, a la sazón presidente de la Cortes. Aquellos años tuvieron su trágica culminación en el golpe de Estado del 23 de febrero, cuando Suárez, abandonado por casi todo, dimitía, el Congreso se preparaba para elegir a su sucesor. Después de su fracaso al frente del CDS, se retiró elegamente de la vida pública, recluyéndose en su vida familiar, donde en poco tiempo fallecieron su esposa y una de sus hijas. Prácticamente nadie le ha regateado que fue su impulso el que logró pasar del rígido sistema franquista al democrático y constitucional, a pesar de que su momento no pensaban, que por sus orígenes falangistas, con elecciones libres y el habitual sistema de partidos, incluido el partido comunista, que culminaron en el estado de las autonomías. Visto con la perspectiva de los años, parece admirable lo que consiguió, aunque no dejan de salir grupúsculos marginales que custionen los logros de la Transición, como ha ocurrido hoy en el Congreso cuando no se ha podido hacer una declaración conjunta de homenaje a Adolfo Suárez por la oposición de los separatistas de izquierda catalanes y vascos. Son pequeña motas que manchan estas jornadas de despedida al duque de Suárez, afectado en los últimos años de su existencia por la enfermedad del olvido.