La capilla del Obispo (Iglesia de San Andrés, Madrid)

J. L. Gamallo. Uno de los secretos más ocultos de Madrid, y que bién merece la pena descubrir es la conocida popularmente como la Capilla del Obispos, aunque su nombre oficial sea el de santa María y san Juan de Letrán. Muy pocos madrileños conocen esta maravillosa construcción del siglo XVI, y eso que se encuentra en pleno centro del casco antiguo, en la plaza de la Paja, en la parte posterior de la iglesia de San Andrés y el Museo de San Isidro, justo al lado de la popular zona de copas de la Latina y la Cava Baja.

Desde nuestro hostal son apenas 10' andando. La capilla se construyó como destino de los restos de San Isidro, patrono de Madrid, por encargo de Francisco de Vargas, para cuya familia había trabajado el santo. Sería su hijo, el obispo de Plasencia, don Gutierre de Vargas y Carvajal quien daría curso final a las obras y su espléndido y definitivo aspecto. El cuerpo del Santo estuvo en la capilla hasta 1544, entonces el obispo decidió convertirla en el panteón familiar. Y así encargó al escultor palentino Francisco de Giralte el magnífico retablo, y sendos sepulcros alabastrinos para sus padres y para él mismo, en estilo plateresco. Se puede decir que en estas obras el palentino Giralte echó el resto, legando un conjunto monumental, obra maestra del Renacimiento español. En el retablo se representan escenas de la vida de Cristo. Mientras que los sepulcros de sus progenitores son más sencillos, el de don Gutierre es una obra impresionante, enmarcándose el conjunto en una especie de arco triunfal romano. El obispo se presenta orante, asistido por varios canónigos. Aparece rodeado por varias figuras de santos y alegorías varias. Le acompaña un conjunto de músicos y niños cantores. La obra es de soberbia factura y merece plenamente la visita a la capilla. El único incoveniente es que no tiene un horario regular de visitas, pero no es imposible. A las 12,30 se puede asitir a un emocionante servicio religioso cantado por las Hermanas del Cordero. Veinte minutos antes se abren las puertas y se puede visitar en recogimiento la capilla. Merece la pena quedarse y asistir con las hermanas al acto religioso. En aquel lugar, el canto de las monjas de fusiona en momentos de sublimes belleza con las obras de arte que nos rodean. Un lugar para no perdérselo.