Monumento a las Víctimas del 11-M (Estación de El Pozo)

J. L. Gamallo. El 11 de marzo del año 2004 se produjo de uno de los sucesos más terribles de la historia reciente de Madrid, tres odiosos  atentandos terroristas casi simultáneos en sendos trenes de cercanías, en las primeras horas de la mañana, cuando miles de madrileños se dirigían a sus trabajos, ocupaciones, colegios, provocaron cerca de 200 inocentes víctimas, cerca de las estaciones de Atocha, Santa Eugenia y El Pozo. Si, por desgracia, Madrid tiene una trágica historia de atentados terroristas, ninguno tan espantoso e irracional como éste. El atentado de la calle del Correo se quedó pequeño ante este brutal asesinato múltiple lleno de odio y rencor.

Madrid se volcó, en unas jornadas inolvidables, con las víctimas, los heridos y sus familiares. Si el tiempo casi todo lo cura, este terrible suceso sigue estando en nuestro recuerdo, y para que esta terrible hecantombe no se olvide, en Madrid se han levantado algunos monumentos que perpetuen su eterna memoria: el bosque de los ausentes en el Retiro, el cilindro vítreo en la estación Atocha, y ese año se inaguró en la estación de el Pozo, en el popular barrio de Entrevías, al sur de Madrid, el último recordatorio. El monumento se debe al conocido dibujante y arquitecto Peridis.

El monumento no está carente de simbología, es una fuente flaqueada por grandes pórticos megalíticos, cuyos 192 caños (uno por cada víctima), llora de manera contínua por los muertos. La mejor hora para visitarlo es al atardecer, cuando la iluminación otorga a este recuerdo una simbología más especial. El monumento recuerda a algunas construcciones funerarias baleáricas. Detrás hay una explanada cerrada por un muro, donde una hilera de nichos guardas diversas pinturas que evocan aspectos del atentado. A la derecha, dos austeras inscripciones recuerdan el suceso.

Aunque este barrio está lejos del centro y los circuitos habituales de los visitantes de Madrid, desde la Puerta del Sol resulta muy fácil acercarse y enfrentarse a este monumento, y dedicar un recuerdo o una oración por los madrileños que murieron en aquella aciaga jornada.