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Verbenas madrileñas
J. L. Gamallo.- Cuando llegan las calores a Madrid, nada mejor que darse por la noche una vuelta por alguna de las verbenas que se celebran por el centro de la capital. Las verbenas son una festividad popular muy entroncada en la vida de Madrid, y relacionadas siempre con la iglesia de algún santo o virgen, junto a la cual se instalaban puestos de comida y bebida, y bailes populares. La época dorada de las verbenas fue durante el siglo XIX, para ir languideciendo a lo largo del XX. Afortunadamente a fines de este siglo han las verbenas madrileñas han revivido milagrosamente. Durante el mes de agosto hay tres verbenas casi simultáneas, las de San Lorenzo, San Cayetano y la Virgen de la Paloma. Cualquier viajero que venga estos días a Madrid no debería dejar de visitarlas y conocer su ambiente popular, además de degustar algunas de las especialidades de la gastronomía madrileña, como los churros, las porras, los entresijos, chorizitos, etc., todo ello regado con la bebida típica del verano, la fresca sangría. Las verbenas han sido acogidas también como suyas por los numerosos emigrantes hispanoamericanos que llegaron a Madrid a fines del siglo XX, de manera que sus comidas y bebidas típicas también se pueden degustar: mazorcas de maìz, papas rellenas, mojitos, diakiris, etc. La verbena de la virgen de la Paloma, cuya procesión se celebra el día 15 de agosto es la que marca el punto más elevado de la temporada veraniega. La procesión concita la presencia de miles de devotas, que siguen el milagroso cuadro de la virgen, escoltado por los bomberos madrileños, y a la que asisten también las autoridades municipales. Por la mañana en la basílica de la Paloma hay misa solemne y ofrenda floral. Asisten las autoridades, las asociaciones de castizos, ataviados con el traje típico madrileño, y Don Hilarión, flanqueado por la Casta y la Susana, tres de los protagonistas de la inolvidable zarzuela "La verbena de la Paloma", con música del maestro Bretón. Las calles del barrio se adornan con mantones de Manila, banderolas, imágines de la virgen, y suena la música del organillo. El viajero debe de mezclarse por los puestos de la verbena y respirar el ambiente popular e inigualable de esta fiesta única, que afortunadamente ha llegado al siglo XXI dotada de nuevos bríos.
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