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Por tierras de Don Quijote de la Mancha. Tembleque (Toledo)
J. L. Gamallo. La obra más famosa de la literatura español, y que estaría, sin duda, en el canon de la creación mundial, la inmortaal novela que relata las andanzas del hidalgo Don Quijote por tierras de la La Mancha ha servido para para situar esta extrema comarca española en un primer plano. Una ruta quijotesca sirve para enlazar diversos enclaves que de una manera un otra aparecen en la novela, o que pudieron servir de inspiración a Miguel de Cervantes para ubicar las diversas andanzas del hidalgo y su escudero.
El que Cervantes omitiera, seguro que intencionadamente, el nombre de la villa de Alonso Quijano, ha sido útil para que buena parte de las localidades manchegas exiban títulos de variada condición que reivindican como suya la procedencia del hidalgo. Pero da exactamente igual, con ese silencio cervantino, cuando se visita cualquier población manchega siempre nos queda la intriga si esa pudo ser el lugar elegido por nuestro más grande escritor.
Hay muchas localidades manchegas, que independientemente o no tengan relación con el universo cervantino, que merecen una visita, y una de ellas es la toledana Tembleque, que conserva varios restos de su importancia durante los siglos XVI-XVIII, donde su situación estratégica y el comercio de la lana, permitieron la construcción de importantes monumentos.
Paseando por sus calles y sus plazas no parece increible que por algún extraño prodigio de encantadores y magas aparecieran el hidalgo y su escudero. Aunque el pueblo está junto a la autovía de Andalucía, sigue siendo un lugar tranquilo, que permite una visita apacible. Tembleque cuenta con una de las plazas mayores más hermosas y originales de la zona. Contemplando su tamaño, no cabe duda de que tuvo que ser un sitio importante. La plaza era el centro de la vida del pueblo, así como de los festejos, muy abundante en la época, donde correr los toros era uno de los elementos primordiales. Así, la plaza se construyó con ese fin, poder ver los espectáculos taurinos.
La plaza, típicamente machega, está porticada en tres de sus lados, sustentada por columnas de granito de orden toscano. Los corredores son dobles, con el fin de permitir un mayor número de espectadores en los diversos festejos que se celebrasen. La ornamentación de los balcones en yeso se basa en la cruz de la Orden de San Juan de Jerusalén, la orden militar a la que perteneció la villa durante la Edad Media. En el lado norte se abre el Ayuntamiento, sólida construcción en granito, coronado por un frontón y el escudo con las armas de la villa. Al lado, en lo que fuera la cárcel, se ha reconstruido una típica casona manchega, con un patio central con un pozo, y donde se ha instalado un pequeño museo de carácter etnológico, con curiosas piezas del mundo agrícola y la vidad cotidiana del pasado, como medidas, ropas, útiles de labranzas, utensilios de cocina, etc., todo el aroma de otra época, y que hasta hace relativamente poco tiempo estuvo vigente. En el museo también está la oficina de turismo. Conviene visitar el museo, ya que desde la planta superior se puede acceder a uno de los balcones corridos y tener un visión superior de la plaza; ésta cuenta con tres accesos, cubiertos por unos voladizos, coronados por un mirador a cuatro aguas.
El principal y centrado, está en la fachada oriental, dando a la calle que significativamente se denomina del Toril. Si se sale por la entrada norte, por la calle de la Sagra, se llega a la curiosa ermita de la Veracruz, (siglo XVIII), de curiosa planta octogonal. Actualmente aloja Biblioteca municipal.
El principal edificio religioso es la iglesia parroquial de la Asunción, iniciada a comienzos del siglo XVI, en estilo tardo gótico, por impulso del cardenal Cisneros. Es un templo de una sola y majestuosa nave, con la cabecera ochavada. En la capilla de San Ramón están las estatuas orantes , ejecutadas en alabastro, de Juan Antonio de la Torre y su mujer María Díaz.
Durante la guerra civil todo su valioso interior fue salvajemente destruido, siendo especialmente dolorosa la pérdida del magnífco retablo y el órgano. El otro edificio singular y sumamente llamativo de Tembleque es el Palacio de las Torres, ubicacado en la calle del Convento, la casa de los Fernández-Alejo.
Es una grandiosa construcción barroca de fines del siglo XVIII, con influencias clarísimas del barroco hispanoamericano, pues fue construido por Antonio Fernández-Alejo, donde se materializa de manera exquisita la fortuna conseguida allende los mares.
Si toda la obra es portentosa, la fachada se destaca por su profusa ornamentación escultórica, el gran escudo familiar flanqueado por sendos galeones, y la magnífica balconada central de línea ondulante. Como la iglesia, el Palacio fue saqueado durante la guerra civil. Después tuvo diversos usos que acrecentaron su ruina. En la actualidad pertenece a Bellas Artes, con planes para su reconstrucción.
En la misma calle, un poco más adelante está la ermita de la Concepción, en cuya entrada está el rollo o picota. Esto es lo más siginificativo que conviene no perderse si se viene a este bello pueblo manchego.
Pero si se dispone de un poco más de tiempo, en la carretera en dirección a Orgaz, encaramado en una escarpadura está el Castillo de Peñas Negras, mandado construir por Alfonso VII, y que lo entgregaría a la Orden de Santiago para su defensa contra los moros.
En la actualidad está siendo pacientemente consolidado. La construcción para absolutamente inverosímil en un lugar de vértigo. Las visitas desde las murallas son impresionantes, y desde ellas hay una panorámica excepcional de los campos de olivos y viñedos.
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