Hostal HorizonteBlog / "Rienzi" el eslabón perdido wagneriano en el Teatro Real

"Rienzi" el eslabón perdido wagneriano en el Teatro Real


Teatro Real Madrid Plaza de Oriente Spain

J. L. Gamallo. Una de las escenas más justamente famosas de la película de Coppola Apocalypse now es aquella en que un regimiento de helicópteros estadounidense ataca un poblado nordvietnamita, dotado de potentes altavoces que emiten a todo trapo la famosa cabalgata de la walkirias con la que se inicia el Acto III de la tercera jornada del Anillo de los Nibelungos, Die Walkïrie, la culminación de la ideas estéticas y filosóficas de Wagner para la construción de la obra de arte total: Gesamstkunstwerk. Para buena parte de la gente, el conocimiento del casi inabarcable corpues wagneriano, fuera de los aficionados, en España se limita a eso, que tal vez equivalga al 0,05% del total. Pero está claro que el genio de Leipzig no llegó a esa culminación de buenas a primeras, sino que se produjo en un largo de camino de avatares y hechos casi extraordinarios de su biografía que muchas veces se reflejaron en sus obras. Se considera que El holandés errante como los propíleos del corpus wagneriano, que parece pergeñó durante el tormentoso viaje en barco huyendo de sus acreedores de Riga a Londres, pero ¿qué hubo antes? que evidentemente existió. Así Wagner compusó tres obras con tres influencias bastante diferentes entre ellas. Así la primera, Las hadas, donde se adivina claramente la huella de Weber, sobre todo de su Euryanthe, aunque ya aparece el tema de la redención por el amor.

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La prohibición de amar, basada libremente en una obra de Shakespeare, y que sigue la estela de Rossini, Donizetti y Bellini; su obertura podría ser atribuida a cualquiera de los tres. La última de esta trilogía de iniciación fue "Rienzi" basada en la novela Cola de Rienzi de Edward Bulwer-Lytton, con libreto del mismo Wagner, que transcurre en la Roma del siglo XIV, reflejando las luchas entre los Orsini y Colonna. Cola, con la ayuda de los romanos, se convierte en una especie de guía popular dispuesto a terminar con el poder de las oligarquías nobiliarias. Convertido en un demagogo, el pueblo le dió la espalda, sitiado en el Capitolio con algunos fieles, es incendiado por sus enemigos. En Rienzi se reflejan muchas de las características de la Grand opera que triunfaba en París, establecidas por el que consideraría como uno de los compositores más nefastos, Meyerbeer: tema grave, gran número de personajes, marchas, desfiles, ballets, grandes conjuntos corales, efectos especiales, etc. Se podría decir que en Rienzi Wagner superaría todo lo conocida, y ni siquiera en los Maestros, su obra más coral, llega al nivel de Rienzi. Cuando se escucha sorprende como un hombre tan joven (27 años) pudiera solventar una composición de tamaña envergadura y colosalidad, sobre todo si se tiene en cuenta, que sólo había compuesto otras dos óperas sólo..Su estreno en en la Hofoper de Dresde en 1842 fue un completo éxito, y eso que duró como seis horas. Pero Wagner renegaría de ella como algo infecto, y nunca se ha representado en Bayreuth. Aunque durante el siglo XIX se representó bastante. Si fue Lohegrin la ópera que convirtió en furibundo wagneriano al exquisito, sensible y refinado Luis II de Baviera, parece, según propia confesión, fue en Rienzi donde un joven Hitler de 17 años se vio reflejado, sería el guía que habría de dirigir al pueblo alemán y salvarlo de la influencia de las oligarquías y otros grupos de indeseables que lo atenazaban. Hitler amaba profundamente esta ópera y el papel de Rienzi como salvador del pueblo, pero qu acabaría como un simple demagogo, aunque no intuyó que acabaría de manera parecida al tribuno romano. Como el rey bávaro, Hitler apoyó como nadie los festivales de verano de su ídolo musical, iniciando una estrechísima relación con sus herederos. Winifried Wagner le regaló el manuscrito de la partitura, que fue uno de los tesoros que acompañaron los días finales del Führer en sus particular ocaso, y que despareció del búnker de la cancillería. La inmensa admiración de Hitler por la música rienziana era tal, que en las monstruosas convenciones del partido nazi en Núremberg encabezaba el "hit parade" de las músicas. La obertura, extraordinaria pieza musical, marcaba la inaguración de los actos. Un año, Robert Ley decidió postergarla, lo que le valió una dura reprimenda por parte del Fürher por haberse atrevido a tamaña osadía. Así la obertura siguió siendo pieza de escucha obligada. En el Teatro Real se estrenó en 1873. Después de la IIGM se ha venido reponiendo, y normalmente Rienzo aparece como un caudillo totalitario, lo que parece estar muy en su punto. Más que por problemas ideológicos, montar Rienzi supone para cualquier teatro de ópera un gran esfuerzo por la gran cantidad elementos humanos que requiere de primera calidad, no sólo por los solistas, que son muchos, sino de masas corales, y escenografía compleja. Esta semana se ha podia disfrutar de nuevo en el Teatro Real de Madrid de la ninivitica creación wagneriana, aunque en versión de concierto, con lo que se solventan los costos de la representación escénica. A los trece solistas, la orquesta y coros titulares del Real, (más de 200 efectivos) se han añadido 100 cantantes del Filarmonia Chor de Viena. En esta versión que han podido disfrutar los aficionados del Real la duración sólo ha llegado a algo más de tres horas. Andreas Schager defendió el rol titular, preludiando al futuro heldentenor, Anja Kampe, a Irene, la hermana de Rienzi, acosado por los libidinosos oligarcas, Claudia Mahnke, en un pape travestido, a su prometido Adriano. Los tres acompañan al héroe en su trágico final. El éxito, huelga decir, ha sido inmenso.

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