El Museo Arqueológico Nacional de Madrid

J. L. Gamallo. Hace ya un año que reabrió sus puertas el Museo Arqueológico Nacional, después de cuatro años de reformas. Sin ambages se puede decir que el Museo se había quedado un tanto "demodé", carecía de servicios habituales en cualquier centro de estas características que se precie, como tienda-librería, cafeterías, acceso para minusválidos, consigna, etc. Aparte de que la colección pasaba un tanto desapercibidad y muchos espacios quedaban infrautilizados. El Museo y sus visitantes han ganado con la reforma, y tiene todas las garantías para convertirse con justicia en una de la principales focos culturales de Madrid. Aparte de la inevitable visita al Prado y al Reina Sofía, el Arquelógico se convierte en una opción excepcional para "desintoxicarse" un poco de tanto pintura (dicho con el mayor de los respetos). Recuperados felizmente los dos patios de luces, con fines expositivos, se convierten en los ejes del museo, y desde los cuales se puede acceder a las plantas superiores por una espléndidas escaleras y, donde, desde lo alto se tiene una impresionante vista de los mismo, uno, el ibérico, donde sobre sale el monumento funerario de Pozomoro, y el romano, donde se puede admirar una buena muestra de estatuaria imperial romano, así como algunos belllos ejemplos de epigrafía romano. Entorno a estos patios se articula el grueso de la colección del museo, las piezas iberas y romanos. Así se pueden comptemplar las estrellas: la Dama de Elche, la Dama de Baza y la del Cerro de los Santos, así como otras piezas famosas, como la bicha de Balazote. De la época romana destacan los bronces jurídicos, especialmente la leyes de Urso, y la epístola gladiatoria de Itálica. Piezas excepcionales son los mosaicos, y los exquisitos objetos de vidrio romano. El recorrido por la historia se continúa en la plantas superiores. De la época visigoda siguen llamando la atención las coronas votivas del tesoro de Guarrazar, de la época muslmana y califal los objetos en marfil y alguna extraordinaria escultura zoomorfa en bronce. De la época medieval me gustan expecialmente los sarcófagos de dignatarios eclesiásticos.